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Pocos conocen hoy esta hermosa tradición que en siglos pasados era muy querida por los fieles: La Bendición del Agua de San Alberto, cada 7 de agosto, día en que la Iglesia celebra al primer santo canonizado de la Orden del Carmen.

¿De dónde viene esta devoción?

La tradición se entrelaza con un relato lleno de fe y de ternura celestial. San Alberto de Trapani, gravemente enfermo, se dirigió con confianza a la Santísima Virgen María. Ella se le apareció llevando en sus manos una copa de cristal llena de agua. El santo le pidió que la bendijera, y al beberla… ¡quedó completamente curado!

Movido por la caridad hacia los enfermos, le suplicó a la Virgen que todo el que tomara agua bendecida en su nombre y en el de su Hijo recibiera salud. La Virgen le concedió este don, y desde entonces, la intercesión de San Alberto se ha manifestado con fuerza, especialmente en aquellos que padecen fiebres y enfermedades del cuerpo y del alma.

En tiempos pasados, esta devoción se volvió especialmente popular debido a las fiebres estivales, que en el mes de agosto se volvían frecuentes por la corrupción de las aguas a causa del calor. Frente a esta amenaza para la salud, los carmelitas instituyeron la costumbre de bendecir agua el 7 de agosto en honor de San Alberto, repartida entre los fieles como signo de esperanza y protección.

 En muchos conventos de la Orden, esta agua era recibida con gran devoción por los fieles. Incluso en algunos templos carmelitas se llegó a mantener una fuente permanente con agua de San Alberto, disponible para todos los devotos durante todo el año.

 ¿Cómo se realizaba esta bendición? (en algunos conventos aún se realiza)

Lo que distingue esta bendición de otras es un gesto sencillo pero profundamente significativo: se sumerge una reliquia del santo en el agua mientras se pronuncian las oraciones propias. Si no hay reliquias, se realiza simplemente la señal de la cruz. El agua así bendecida se bebía con fe, o se usaba para bendecirse uno mismo en momentos de enfermedad.

A continuación, el texto completo de esta hermosa oración litúrgica, tal como fue transmitida en la tradición carmelita:

 BENDICIÓN DEL AGUA DE SAN ALBERTO, CONFESOR

Por ser tan grande la devoción de los fieles con el glorioso San Alberto, ilustre Santo Confesor de nuestra sagrada Religión, porque muchos que padecían enfermedades de fiebres, bebiendo el agua bendita en honra del mismo Santo, muchas veces fueron libres de sus enfermedades, por eso en nuestros Conventos se hará la bendición de esta agua en la forma siguiente:

Sacerdote: Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.
Todos: Que hizo el cielo y la tierra.
Sacerdote: Bendito sea el nombre del Señor.
Todos: Ahora y por siempre.
Sacerdote: Señor, escucha mi oración.
Todos: Y que mi grito llegue a tu presencia.
Sacerdote: El Señor esté con ustedes.
Todos: Y con tu espíritu.

Oremos:

Señor Jesucristo, salud y fortaleza de todos los fieles, que curaste por completo a la suegra de tu apóstol Pedro de una alta fiebre; dígnate a bendecir + y santificar + esta criatura, agua. Por las oraciones del Beato Alberto, tu confesor, a quien llamaste a abandonar el mundo y a entrar en la Orden de tu Madre, la Virgen María, y por el humilde uso de esta agua, que todos los que sufren de fiebre sean liberados de toda enfermedad de cuerpo y alma, y por su mérito sean restaurados ilesos a tu Iglesia, donde siempre ofrecerán su oración de gratitud. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

(Luego se sumergen las reliquias en el agua trazando la señal de la cruz. Si no hay reliquias, solo se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

Por los méritos de San Alberto, bendice, + oh Señor, esta criatura, agua, como una vez consagraste las aguas del Jordán a través del contacto con tu cuerpo sagrado. Y concede que todos los que la beban puedan recuperar la salud en el cuerpo y alma; tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

Antífona:

Oh Beato Alberto, modelo de pureza, castidad, y continencia; intercede ante la Madre de misericordia para que ella nos guarde de hacer el mal en este valle de lágrimas, y ayúdanos a alcanzar el descanso eterno después de haber dejado este cuerpo mortal.

Sacerdote: Ruega por nosotros, oh Beato Alberto.
Todos: Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

Oremos:

Dios todopoderoso y misericordioso, concede, te lo suplicamos, que por las oraciones del Beato Alberto, tu confesor, todos los fieles que beban con reverencia de esta agua puedan recuperar la salud en cuerpo y alma, y perseveren en tu santo servicio; por Cristo nuestro Señor.

Todos: Amén.

Esta antigua bendición nos recuerda cómo, en la sencillez de los gestos sacramentales y la fe viva del pueblo de Dios, se manifiesta la misericordia del Señor. La devoción al agua de San Alberto no es una superstición, sino expresión de una confianza profunda en el poder de la oración, en la intercesión de los santos y en la ternura de la Virgen María, que no abandona a quienes acuden a ella. En un mundo herido por la falta de fe, por tantas dolencias del cuerpo y del alma, estos gestos nos ofreces un eco humilde de aquella súplica que, con fe y amor, San Alberto dirigió a la Madre de Dios: que el Señor siga derramando su gracia sobre los que buscan alivio y esperanza en su Nombre.

Escrito: Ecos Teresianos

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