Los carismas son gracias particulares del Espíritu Santo que reciben las Ordenes y congregaciones religiosas para adelantar el Reino de Dios.
El carisma del Carmelo es vivir en obsequio de Jesucristo en actitud contemplativa que plasma y sostiene nuestra vida de oración, de fraternidad y de servicio. Reconoce en la Virgen María y en el Profeta Elías los modelos inspiradores y ejemplares de esta experiencia de fe. El carmelita ofrece su cruz de cada día lo que el Señor permite para la salvación de las almas.
La oración contemplativa en sus diversas manifestaciones es el carisma propio de la Orden del Carmen.
La Misa diaria, la recepción de la Eucaristía, la meditación de la Palabra o Lectio Divina, el rezo de la Liturgia de las Horas –Laudes, Vísperas y Completas–, y del Santo Rosario forman parte del patrón de vida de un terciario carmelita.